Diario de un budoka (I) …… (sin autor conocido . Fuente:Internet)

 

EL LUGAR QUE NOS PERTENECE

 

 

A veces mantenemos nuestra vista pegada a un horizonte brillante, cálido y hermoso.

 

Mantenemos nuestros ojos incrustados en la belleza de la puesta de sol que nos brinda este pacífico que baña nuestras tierras.

 

Pero que pocas veces miramos nuestros pies, que pocas veces tomamos conciencia en donde están ellos puestos, donde y como descansan y lo más importante, ver si en verdad pertenecemos a ese lugar que nuestros pies ocupan, si nos han llevado a nuestro lugar.

 

El saber a que lugar pertenezco ayuda a delinear los límites que el criterio y el respeto dibujan en nuestras vidas, ya sea en el dojo o en la vida diaria. Lo correcto o incorrecto está en manos de cómo nos vemos dentro del mundo.

 

No es malo trazarse metas, mirar al futuro, pero hay que recordar que para llegar a ese futuro debes caminar primero por el presente y el conocer tu lugar posibilita que este camino sea llano y tranquilo.

 

Nunca debe faltarnos la humildad y si esta hermosa virtud es escasa en nuestra personalidad, el reconocer su falta será acto suficiente para dirigirte a ese camino tranquilo que es saber cual es tu lugar en el mundo.

 

Cuando nos formamos en la línea para hacer el saludo ritual en el dojo, siempre a tu derecha hay una persona que tiene más experiencia que tu, pero aún así, no lo sabe todo. A tu izquierda hay una persona que tiene menos experiencia que tu, pero aún así tu no lo sabes todo.

 

Si te muestras con humildad sincera, serás bendecido con la confianza de tus compañeros, sempais y la de tu querido sensei, lo cual te hará un hombre muy afortunado.

Nunca hay que dejar de maravillarse, no perder el sentido del asombro de la belleza del horizonte, sea al alba o en el ocaso.

 

Nunca descuides tus pasos, puedes estar pisando los pies de alguien más, haciéndole daño, y sin ni siquiera prestar atención a tal afrenta.

 


 

Reflexionar luego de la práctica es indispensable. Cuestionárselo todo es lo debido.

 

Pero mientras tus pies están sobre la madera del dojo, tu mente no debe existir como agente de cuestionamientos. Debe concentrarse para estar en calma y dejar al cuerpo ausente a la presencia de la mente y la mente estar ajena al cuerpo.

 

Muchos, en nuestros comienzos cedemos en nuestro entrenamiento a causa del dolor.

 

Muchos persisten en abandonar dentro del entrenamiento, alargando su camino hacia una buena ejecución de la técnica, hacia una buena construcción del espíritu.

 

Un querido nakama siempre me dice que el cuerpo, durante el ejercicio físico puede darte señales de que abandones. Te dice que no puedes más y debes detenerte, debes abandonar. Es un momento muy difícil. El cuerpo se cansa y te pide una tregua. Pero si sigues empujando tu cuerpo manteniendo el mismo ritmo, llega el momento que el cuerpo se rinde al ejercicio, no hay dolor, no hay cansancio: el cuerpo deja de pedirle ayuda a tu mente y se ayuda así mismo, concatenando mecanismos que lo ayudan a superar tal prueba.

 

Ahora, si el cuerpo se cansa al ejercitarse, la mente se cansará sólo al pensar en exceso. Esta lógica seria correcta. Y al ser correcta, cuando el cuerpo está cansado, la mente debería estar intacta, la concentración profunda…

 

El espíritu entra en juego.

 

Es tu mente la que te hace flaquear, pero el espíritu es quién hace que te mantengas firme en tu concentración y así llevar al límite tu cuerpo, para así sobrepasar la barrera del dolor.

 

Mi espíritu es aún inconstante. Mi mente flaquea y sucumbe a los designios de mi cuerpo. Pero no por eso dejo de dejarlo todo en el dojo.Hoy logré levantarme cuando iba cayendo. Y experimenté esa desconexión entre la mente y los padecimientos del cuerpo.

 

Fue un día feliz, felicidad de un budoka al sentir que se levantaba con un espíritu más fuerte.

 

Continúa en Diario de un budoka (II)