Bea
Invitado
Entradas: 180
7 julio, 2016 a las 18:41 #3529

Alberto, qué gran maestro eres, aunque tu sincera y honesta humildad te haga pensar que no estás “como pez en el agua” cuando escribes. Y eso que tus alumnos siempre te animamos a hacerlo, porque tus palabras nunca son huecas, ya que cada día nos demuestras con tu ejemplo aquello de lo que nos hablas.

Quería haber hecho una publicación aparte sobre el artículo del maestro Lucio sobre el Misogi, pero al final voy a aprovechar este tema para comentar en qué momento justo me ha llegado. Si bien el aikido me ha ayudado en todos los aspectos de mi vida a aceptar las cosas de una manera mucho más pacífica (no sé si del todo con amor, pero al menos sin ira, de nuevo poco a poco), no siempre es fácil en determinadas ocasiones. Andaba yo la semana anterior al curso embuclada en un tema laboral/profesional cuya resolución había sido muy negativa para mí y que por mucho que lo intentaba no conseguía aceptar. Toda la paz, tranquilidad y limpieza con la que salía de clase o después de meditar, volvía a verse trastocada en cuanto recordaba aquel asunto. Porque eso sí, capacidad de darle vueltas y vueltas a las cosas tengo mucha. Porque consideraba que era INJUSTO, y que yo tenía RAZÓN. Viéndolo ahora desde otra perspectiva, no conseguía dominar mi ego. Y a veces me daba cuenta, pero luego pensaba “es que no es el ego, es que tengo razón!!”. Y vuelta a empezar.

Pero justamente el miércoles antes del curso, el maestro Lucio nos habla del Misogi y, como dice en el artículo que el ego “Arguye razones y motivos para acreditar sus ideas, palabras y actos. El mejor disfraz del ego, su mejor camuflaje, el que más usa, es ‘la razón, ‘los motivos’. Pero esas razones siempre están basadas en él mismo. Son sus razones. Cuántas tropelías, cuántos desmanes, cuánta arbitrariedad y cuántas barbaridades cometimos los seres humanos en el pasado, cometemos hoy y podemos llegar a cometer mañana en nombre de esas razones del ego”.

Y aunque parezca absurdo, eso que ya sabías de algún modo te abre los ojos, te despierta como un cubo de agua fría. Y ese lastre que llevabas encima, desaparece. Adiós bucle. Lo primero, mi punto de vista siempre va a estar condicionado por mi propia opinión, educación, entorno… etc. Pero además, quién soy yo para decidir si algo es justo o injusto, ¿acaso soy Dios? Y por último, como me dice mi maestro Alberto, tenemos que mirarnos a nosotros mismos, no a los demás, “porque algún día seremos juzgados por nuestros propios actos”.

Besos a todos.