La razón de la sinrazón – Artículo de Diego López Blanco

Qué difícil ser fiel a la razón.

Una sonada campaña publicitaria de una entidad bancaria nos seduce a pensar que por «evaluar» a otra mujer distinta a nuestra pareja no somos infieles, o que por pensar en cómo está de bueno el nuevo compañero de oficina tampoco lo somos. Todo esto con el fin de que aún no perteneciendo a esta famosa entidad bancaria, solicites un préstamo con ellos.

Sobre la idea en la que se fundamenta esta campaña, podríamos entrar en tantos matices que habría que charlar largo y tendido sobre el tema. Me viene a la cabeza aquello de «…porque he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa…». Cuánta verdad en la oración y cuánta arrogancia se encierra tras de ella.

El pensamiento, la razón.

Por encima de este: la mente.

La mente: esa gran desconocida. Ese enemigo implacable, pero que bien dirigido es nuestro mayor aliado en pos de nuestro progreso.

Tu razón dice:

Quiero tomar la costumbre de acostarme más temprano, quizás quiero dejar el tabaco o el alcohol, quizás cualquier sustancia de abuso nociva, a lo mejor deseo dejar de comer animales porque lo considero ético o saludable. Quiero tener mayor comunicación con mi familia, deseo llevarme bien con mi vecino o, simplemente, cada 1 de Enero decido ser más amable y respetuoso conmigo mismo siguiendo los dictados de mi corazón sin importarme el «Qué dirán». Toma ya. Ja!

Si te identificas con alguno de estos dilemas, bienvenido seas a la vida, bienvenido seas al Aikido.

Cuando te pones el Kimono y sales a la colchoneta a sudar, parece que queda claro que te tienes que mover de esta o aquella manera, que te tienes que relajar, que vas a tomar una actitud de serenidad, que vas a adaptarte a tu compañero de mayor, igual o menor experiencia, que vas a respirar al unísono del movimiento de tu cuerpo…

Tu razón te dice: Ya sé. Ya he visto cómo se hace. Ya se lo que hay que hacer. Lo voy a hacer. Y yo soy fiel a mi razón.

Comienzas entonces a conocer a tu enemigo número 1: El EGO.

Tengo una teoría secreta. Pero es secreta. No se la comentéis a nadie: la mayoría de personas que abandona el Aikido al poco de comenzar ha sido por no poder soportar ver herido su EGO.

El simple echo de que tu maestro o profesor te pida que en un agarre, un ataque o un desplazamiento, te relajes, que asimiles perfectamente con la razón el mensaje pero sientas que tu cuerpo no es capaz de relajarse, que tus articulaciones y músculos permanecen rígidos, lo cual impide que te muevas con normalidad, lo cual impide que ni siquiera respires con naturalidad, es de reconocer que es un terrible ataque de tu razón a tu orgullo.

Todo esto ocurre a través de millones de conexiones neuronales allí dentro de tu cabezota… A toda velocidad.

¿Teníamos idea de algo de esto antes de comenzar la práctica del Aikido?

¿Teníamos la necesidad de tener que pasar por este terrible trance?

Mi teoría secretísima se basa no sólo en lo que mi intuición me aporta, si no en que varias ocasiones me he encontrado por la calle a personas que abandonan y, charlando, reconocen que se ven incapaces de relajarse, de moverse… Y que fruto de ello, el Aikido les frustaba, y no podían soportar la frustración.

Aaaaay!, la frustración, el orgullo e incluso, en el polo opuesto, la vanidad cuando creemos que algo nos ha salido «bien». Pero cuando digo «bien» digo «BIEN». Que practicamos bien o mal lo sabemos nosotros solitos y de primera mano porque nos lo dice nuestra razón. ¿Y quién nos va a llevar la contraria? Y de nuestra razón ya se citaba en las aventuras del Ingenioso Hidalgo:

«… la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura…»

Metidos en este embolado… Quién me va a dar o quitar la razón, si lo que ocurre en el interior de mi cuerpo nadie me lo rebate. Muy sencillo: el EGO.

Cuando en un ejercicio de honestidad y sinceridad asumimos que la rectificación de nuestro maestro está hecha desde la buena intención, desde la experiencia, desde un escalón superior donde se visualizan perfectamente todos los estadíos inferiores por donde él ya pasó, y nos habla y nos guía desde el conocimiento, comenzaremos a vernos como realmente somos y conocernos a nosotros mismos, aprenderemos a guiar a nuestra propia razón en el silencio interno permanentemente amenazado por el incansable ruido de la mente y el ego, comenzaremos a entender que nuestra razón está absolutamente influenciada por los sentidos y los estímulos externos que nos llegan, y que a base de practicar, repetir, aceptar, estaremos haciendo aiki, musubi, con nuestro gran enemigo, nuestra gran aliada: la mente.

¿Tengo o no tengo razón?

Diego