Reflexiones II

  

“El Propósito del Aikido es elevarnos del mundo material al mundo del espíritu. La materia desciende, el espíritu asciende”.

 

Segunda parte:

Evolución

 

La materia, el mundo físico, es en realidad un vasto sistema de energía interrelacionada. Uno de los aspectos más primarios, necesario y primitivo, de esa interrelación es la obligatoriedad de ‘robar’ la energía de unos para la subsistencia de otros.

 

Expresado, evidentemente, muy a groso modo: 

 

Según las teorías científicas, a partir del hidrógeno –a saber de dónde surge el hidrógeno- se va formando el universo conocido, desde las estrellas a lo que denominamos ‘formas de vida’. No como materia, sino como vibraciones de energía. Las vibraciones de energía van evolucionando sistemáticamente hacia estados más elevados, más complejos –de consciencia-, hasta los seres vivos y siguen su proceso evolutivo hasta llegar al ser humano.

 

Pero con la vibración que forma los aminoácidos, termina la estabilidad de la vibración por sí misma, y, parafraseando a James Redfield: la materia tiene que absorber continuamente otra materia para mantener su vibración. O sea, que para mantener su energía ha de alimentarse de otra energía. La vida empieza a alimentarse de la vida. Pero falta aún un paso. Todavía las plantas se nutren de energía inorgánica, transforman el dióxido de carbono en ‘alimento’, y lo ‘sueltan’ a la atmósfera como oxígeno. La fotosíntesis transforma la energía lumínica en energía química. Pasa de energía inorgánica a energía orgánica. Este proceso da pie a un nuevo salto, aparece lo que llamamos ‘vida animal’. No es hasta la formación de dicha ‘vida animal’ que la vida, para vivir, tiene que alimentarse de vida ‘orgánica’.

 

Así se crea la competencia, la lucha por adueñarse de energía, que en los humanos no se limita solo al robo ‘físico’ sino que se ‘alimenta’ también de energía intelectual, síquica, mental. Los seres humanos, inconscientemente, no sólo matamos a otros seres para alimentarnos, o para atesorar, almacenar, energía con el fin de asegurarnos la supervivencia –de ahí, de la codiciosa acumulación de energía, nos viene el exacerbamiento del egoísmo, la desconfianza, el temor, la malicia, los celos, el reconcomio, la avaricia… y un sinfín de vicios, de errores, de perversiones,  que con el paso del tiempo hemos convertido en ‘virtudes’, y, así, valoramos más a quienes más poseen aunque excedan en mucho sus necesidades vitales; a los ambiciosos, a quienes más energía consumen y roban, a quienes ‘triunfan’ sobre otros, a los que defienden lo ‘suyo’ a costa, incluso, de otras vidas, etc., etc., etc.,-, además nos hemos forjado el hábito de competir por robar la energía que fluye entre nosotros. De esta competencia surgen la inmensa mayoría de los conflictos, desde las pequeñas -o grandes- disputas cotidianas, domésticas o laborales, hasta las más atroces guerras. Por eso siempre tratamos que prevalezcan nuestros criterios particulares. Nos hemos ido alejando de la Fuente original de energía (Kototama) sentimos esa carencia y deseamos ampliar nuestra energía de la forma que hemos aprendido, robándosela a otros. Esa es la razón de que queramos ser mas listos que los demás e imponerles nuestras ideas, nuestro criterios y nuestro control, no solo necesitamos de energía física, el ego siente hambre de energía sicológica, es su alimento principal y busca robarla para saciarse de energía. Con ello experimenta una gran dosis de exaltación. Esta es la causa de tanto conflicto, de tanta irracionalidad, tanto a nivel particular como colectivo.

 

Pero, al final,  este comportamiento no es más que una debilidad de nuestra verdadera ralea, de nuestra humanidad, de nuestra esencia que se deja dominar por las falsas necesidades del ego y busca la energía en el sitio equivocado pues la energía extraída a otros y la exaltación sicológica que se experimenta -confundiéndola con felicidad- siempre será efímera, pasajera, puesto que no procede de la Fuente original inagotable y eterna, sino de fuentes perecederas, limitadas, tasadas. Por lo que, al no poder saciarse nunca, siempre querrá más y más. No será, hasta que comprendamos lo inútil y pernicioso de estas pugnas –perniciosas tanto para nosotros como para el resto de la creación- y seamos capaces de  desprendernos, de librarnos de tal competitividad que podremos acabar con los conflictos y ‘alimentarnos’ de la fuente primigenia: Kototama, Shabad, Verbo, Tao, Espíritu Santo…

 

Pero la evolución no termina aquí, en este estado de consciencia, ¿por qué habría de parar precisamente ahora, en este momento?

 

“Los seres humanos somos los encargados de impulsar la evolución hacia una complejidad cada vez más elevada”. (James Redfield)

 

Cuando comprendamos la falsedad y la inutilidad de esta lucha empezaremos a acabar con las diferencias y las disputas. Nos iremos librando del afán de competir subyacente en casi todas nuestras acciones, palabras y pensamientos. Estaremos en condiciones de alimentar nuestras almas con el Amor y dar el salto al siguiente paso evolutivo: la Unión completa.

 

¡¡Fuera el yo, el mí, el mío de una vez por todas!! ¡Crear conflictos es el peor de los pecados! Y esos conflictos surgen siempre cuando tratamos de prevalecer sobre otros robándoles de ese modo su energía. Al final para nada, pues jamás podrá llenarnos.

 

Preguntaos: ¿Qué actitud adopta vuestra mente cuando practicáis en el tatami? ¿Qué sentís al ejecutar una técnica? ¿Entendéis realmente en qué consiste  musubi, aiki? ¿La enorme diferencia que hay entre dominar el ki del compañero –observad que ni siquiera digo oponente- y UNIRSE a él? Unirse significa fusionarse, fundirse con y en el otro, u otros. ‘Mi’ ki no compite con el ‘suyo’, no le domina, no le vence. Si de verdad hemos unido nuestra energía ya no habrá dos, solo una, la misma, sin diferencias. Armonía, Amor.

 

Ejecutar la técnica aunque sea por las malas, arrastrar al uke forzándole, no es más que una derivada del ‘tener razón’, del robo de energía.

 

“El verdadero guerrero es invencible porque no lucha con nadie. Vencer significa derrotar la idea de disputa que albergamos en nuestra mente”. (O Sensei)

 

¡¡Misogi!!

 

 

“Tan pronto como

me ataca

la Serpiente Demoniaca

yo ya estoy detrás de ella

guiándola con amor”. (O Sensei)

 

¿Sabemos lo que esto significa? La serpiente a la que se refiere el Fundador es el ego, nuestro afán por competir, por robar energía. En el tatami ponemos en práctica esta enseñanza que el Fundador nos ofrece en sus versos a través de Tai-iku. Musubi: no fuerzo las acciones, obedecen siempre al espíritu del aiki, a la armonía y el amor.

 

Como el lenguaje humano es limitado, a veces expresamos estas ideas hablando de controlar, ganar o dominar el centro.  Solo son expresiones, fórmulas para comunicarnos, para hacer entender ciertos aspectos de las técnicas. Pero en estas palabras tienen que estar siempre presente aiki y musubi, la unión.

 

Tai-iku lleva a Ki-iku, puesto que dejaremos de percibir uke y tori como entidades físicas y sicológicas opuestas. Ambas evolucionan unidas  haciendo, de este modo, realidad la unión de la energía ¡ya no hay dos solo una! Una sola energía, despersonalizada, imparcial, ecuánime. Esto da Toko-iku. Ética. Entonces nuestros pensamientos, palabras y actos corresponderán a un mismo fin, la ética del amor… Y ya estaremos transitando la senda de Chi-iku, pues en eso consiste ser sabio, en andar por ese camino que es el camino de la Sabiduría.

 

También fuera del tatami tenemos que seguir practicando en nuestro interior situándonos inmediatamente a la espalda  de todo pensamiento intransigente y egoísta y reconduciéndole, con amor, hacia el discernimiento y la concordia, o sea hacia el Amor. Y en las relaciones con los demás seres, dirigiendo dichas relaciones, solidaria y amorosamente, hacia la armonía en lugar de al conflicto. Un verdadero aikidoka proyecta energía, la da, no la roba. ¿No habéis comprobado en infinidad de ocasiones, qué bien se resuelven los problemas cuando nos dirigimos a los demás con amabilidad, con comprensión y armonía, y cómo se enturbian cuando nos enfrentamos a ellos pugnando por ‘tener razón’, por defender ‘mis derechos’?

La relación entre la energía debe ser de reciprocidad, de equidad. Si cambiamos nuestra mirada tratando apreciar y destacar suficientemente la Belleza de las cosas, ya sea un paisaje, un objeto, o se trate de una persona, la energía que absorbamos acabará convirtiéndose en amor y le devolveremos equilibradamente la que nos hayan aportado. Pero primero hemos de desmontar nuestro impulso a competir, tenemos que ocuparnos de que nuestro depósito de energía esté rebosante y dar sin exigir. A medida que el amor hacia los demás crece desinteresadamente, sin dependencias ni reclamaciones de ningún género, mayor nivel de energía alcanzamos. La auténtica proyección de energía debe carecer de lazos secundarios, no ha de depender de nada ni de nadie, salir de nuestro interior limpia y llanamente. Así pues amarnos los unos a los otros, sin más expectativas que amar, aporta más amor, vigoriza. Amar es la principal misión y aún teniendo que ser totalmente generosa es la que nos reporta mayor beneficio. ¡Y depende completamente de nosotros, de nuestra conducta, de la actitud que decidamos libremente adoptar!   

 

Evitar las pugnas, no luchar, no significa nunca debilidad, ni cobardía, muy al contrario, casi siempre requiere mucho más valor y firmeza. Eso es Takemusu aiki.

 

¡Se puede ser firme sin ser brusco igual dentro que fuera del tatami!

 

¡Misogi, misogi, misogi, misogi…!

 

Del Tao te King:

 

“El sabio no lucha, y así permanece libre de culpa”.

 

Acabad con las pugnas. Crear conflictos es el mayor de los pecados.

 

“Debido a que no atiende a su Ego, se encuentra satisfecho”. 

 

Caminar por la senda de la Sabiduría pone al ego en el lugar que le corresponde, no atendemos a sus engañosas necesidades y hasta él mismo se siente satisfecho, saciado, conforme y calmado.

 

“El mejor de los hombres es semejante al agua,
la cual beneficia a todas las cosas, sin ser contenida por ninguna,
fluye por lugares que otros desdeñan,
donde se acerca más deprisa al Tao”.

 

Igual que los grandes Maestros tenemos que aprenderá  fluir como el agua, firme y suavemente a la vez; nutriendo, beneficiando a todas las cosas que toquemos; descubriendo y hoyando lugares a los que otros no alcanzan, abriendo caminos, adaptándonos a las características del ‘terreno’, de la vida. Eso es Takemusu aiki, la valentía del cambio, de la flexibilidad y la aceptación.  

 

“Abrazando al Tao, serás abrazado.
Con facilidad, suavemente, serás como renacido.
Aclara tu visión, serás iluminado.
Alimenta tu compasión, serás imparcial.
Abre tu corazón, serás aceptado.
Aceptando al Mundo abrazas el Tao”.

 

Misogi es aceptación, adaptación, no sometimiento; consiste en abrazar el camino del Aikido. SuavementeTakemusu aiki nos hará renacer a una nueva vida, la de la Vía del Amor que aclara nuestra visión y nos ilumina con una luz que irradia a nuestro alrededor, ampliando su radio de influencia a medida que nos vamos haciendo nosotros mismos más claros y luminosos. La compasión, la benevolencia,  nos hace imparciales. Las cosas, las acciones, no son malas o buenas per se, nosotros con nuestra interpretación errónea, con nuestra intención, al intervenir en ellas parcialmente, somos quienes las dotamos de bondad o maldad. Depende solo de nosotros que la vida, que el mundo, nos presente una cara o la opuesta. Busquemos siempre la Belleza. En la Imparcialidad, en el Amor y la Unidad no hay dualidad, no hay opuestos.

 

“En el mundo de hoy corren muchas tonterías supersticiosas; la gente está perdida y triste. Todo eso se cura con la practica del Aikido. El Aikido fomenta la verdadera democracia, el verdadero bienestar social” (O Sensei)

 

 

“La practica del Aikido contribuirá a purgar la suciedad y la corrupción del mundo, pero antes de nada debes empezar por arreglarte a ti mismo. Los seres humanos estamos en este mundo para ser sinceros y rectos. Cada uno de nosotros es un templo viviente. En cualquier actividad, estéis donde estéis, practicar la técnicas puras del Camino de la Armonía y del arte del Amor y la Paz. Esto es Takemusu aiki”. (O Sensei)

Tenemos que aprender a contemplar y destacar la Belleza que se encuentra en toda la Creación. Tenemos que mirar al interior. Mirar la Belleza del Universo, de la Naturaleza, dejar de pasar por ella como extraños o como dueños a los que solo les interesa el beneficio –del tipo que sea- que puedan extraer de ella. Tenemos que percibirla, sentirla, vivirla, permitiendo que inunde nuestros sentidos más profundos, sabiéndonos parte integrante de ella. Debemos mirar a todos los seres como lo que son: Kototama, Shabat, Espíritu Santo, vibración de la energía de Dios. Igualmente cuando nos miremos a nosotros mismos, no nos quedemos en la superficie, destaquemos la Belleza que nos forma y que es lo que somos realmente. Cuando miremos a otras personas veamos, destaquemos la Belleza que las forma ¡Es la misma que nos forma a nosotros! Si acaso su intervención en la energía fuese negativa, Takemusu aiki: situaos inmediatamente a la espalda de la serpiente maligna que os incite a la indignación y la contienda y absorberla en la Imparcialidad con amor. Ya no habrá negatividad, no habrá conflicto, ni vencedor ni vencido.

 

¡La infinita energía de Dios es Unitaria!

 

———————————————–