¡Gracias, las que yo os debo! ……………. por Lucio Álvarez
He leído tanto la última, y hermosa, reflexión de Sami, como las impresiones y los agradecimientos de alguno de los participantes en el curso de diciembre pasado. También he escuchado las declaraciones efectuadas en los habituales corros posteriores…
La verdad, ¡yo os estoy agradecido a todos! Soy quien debe dar las gracias. Doy gracias a Dios, a mi Guía, por concederme el privilegio de contar con discípulos, ya sean directos o a través de otros discípulos, como vosotros…
Y también quiero compartir una reflexión con todos:
En el libro, “El Evangelio Según Judas” se atribuyen a Jesús las siguientes palabras:
“NO ME LLAMÉIS MAESTRO hasta que comprendáis por completo mi propósito y seáis capaces de vivir de acuerdo con su verdadero significado”.
En otras palabras, si no comprendemos y seguimos las enseñanzas que el maestro nos imparte, no podremos llamarle maestro, ni decir que somos sus alumnos.
Es menester cumplir dos condiciones, absolutamente imprescindibles, para que podamos decir que un determinado maestro es nuestro maestro. A saber: Que él nos acepte como discípulos, y seguir sus enseñanzas -procurando entenderlas- lo más al pie de la letra que seamos capaces.
Pero, ¿qué es un maestro?: Un maestro es una persona de mérito, un experto en alguna materia, con mayores conocimientos que otros en dicha materia; y también, y sobre todo, alguien que enseña una ciencia, un arte o un oficio. O sea, que instruye a otros sobre la materia en la que tiene mayor experiencia.
También hay un aforismo que dice: “Un maestro no es más que un discípulo que no ha abandonado”…
Y otro: “Quien nos guía yendo siempre a nuestro paso, pues si va más rápido no podremos seguirle y si se atrasa nos perderemos”.
Está muy bien, son definiciones muy precisas o muy hermosas. Lo cierto es, que se pueden dar “sopocientasmil” explicaciones de qué es un maestro. Pero, al igual que un alumno no lo es si no cuenta con maestro y sigue sus instrucciones, el maestro no será tal si no tiene a quien impartir enseñanza.
El maestro es para y por sus discípulos, por sus alumnos; sin ellos no es nada y de nada sirve su maestría. Maestría, que dejará de ser, que desaparecerá irremediablemente, si no cuenta dónde o a quién transmitirse.
El maestro solo está para servir. Solo es por servir…
Por decirlo de algún modo: es una herramienta en manos cualificadas, que tiene virtud en tanto en cuanto esté siendo usada, y que la pierde estando guardada en la caja o colgada en la estantería.
Es el cincel en manos del escultor, que de nada vale si no es por la acción del artista y la aportación de la piedra o la madera a las que dar forma, siguiendo el criterio del tallista. Si no tiene ambas cosas: la mano del Artista y el material que moldear, carece totalmente de importancia.
Dicen, los que de esto saben, que todos los Grandes Maestros Espirituales han de ser, y son, Santos Perfectos, pero que no todos los Santos son Maestros. Maestro es solo quien el Gran Absoluto designa para comunicar Su mensaje a otros… También dicen, esos que saben lo que dicen, que el microcosmos es igual que el macrocosmos, que lo de arriba es igual que lo de abajo y que lo de dentro es igual que lo de fuera.
De modo que, igual norma, aunque a diferente escala, rige todos los ámbitos, físico, mental o espiritual, de la existencia. Uno puede llegar a ser estupendo en cualquier rama o materia, en cualquier actividad, pero eso no le capacita (aunque, por supuesto sea una buena aportación) para transmitir a otros sus conocimientos.
Cada cual en su nivel, no hacemos más que cumplir con la tarea que, por ahora, se nos ha encomendado. En la materia que estamos tratando de maestría y discipulado (nos ceñimos a la que nos ocupa aunque la norma se haga extensiva a todas las esferas del universo): unos reciben y otros dan. Y como no hay yan sin yin ni yin sin yan, todos damos y recibimos por igual. Y, en eso consiste el Aikido, el musubi: en la comunión de lo aparentemente opuesto.
Así pues, las gracias he de darlas yo a Aquel que me maneja, y a vosotros por dar sentido y uso a mi empleo.
Lucio