Artículo del Maestro Lucio en respuesta al artículo de Sami

¡Excelente! Como de costumbre, Sami. 

Pero… –por ponerte algún pero-, la meditación sí es esencial; tú lo sugieres y yo lo afirmo taxativamente. Tanto la ‘estática’ como la ‘dinámica’ -que esta última es la que estás proponiendo en tu definición de la labor de ‘uke’-. Sin meditación –independientemente de su profundidad-, no es posible desarrollar ‘auténtico’ aikido. 
Estoy de acuerdo contigo en que no hay que forzarla; pero hay que forzarse a ella. Cierto es que la meditación (el éxtasis místico o meditativo), no puede forzarse, llega tras un proceso de maduración, pero si no nos esforzamos, si nos dejamos llevar por los dictados del ego, del cuerpo y de la mente, difícilmente vamos a poder meditar. 
Y el cuerpo y la mente si pueden forzarse, no contra nuestra voluntad, sino, contra la suya. No hay que confundirlas. Y, en numerosas ocasiones hay que hacerlo así, hay que forzarlos a practicar la meditación. El poder del ego, cuerpo y mente, sobre nosotros, es enorme y para poder liberar nuestra voluntad de la suya hay que someterlos, si fuera preciso, por medio de la imposición de nuestra voluntad. La meditación solo se dará con una práctica cotidiana, constante y tenaz, aún a pesar de las reticencias físicas y/o mentales.

En el primer párrafo he entrecomillado ‘auténtico’ refiriéndome al aikido, para destacar una pequeña contradicción en tu exposición: 
¿Por qué dices que ‘intentas’, que ‘procuras’ y, sobre todo, que ‘aún no lo has conseguido’? ¿No se contradice está afirmación con los argumentos que expones en el resto del artículo?
No hay nada que intentar, ¡se hace! 
Si no se hace, no se intenta.  
Intentar es hacer. 
No hay nada que conseguir.
Nada que esperar.
Nada que analizar.
Fuera pues, las dudas.
Eso es limitarse. Poner puertas al campo.

En ‘El Libro de Mirdad’, dice Mirdad a los monjes:

“Vosotros, caminantes de la Tierra, ¿por qué medís las distancias que andáis en pasos y leguas? Tanto si deambuláis lentamente, como a galope, ¿no estáis siendo transportados, por el movimiento de la Tierra, por espacios y regiones por donde la misma Tierra está siendo llevada? ¿No es, entonces, vuestro paso igual al paso de la Tierra?”

Aunque andemos por los pasillos del tren en el que viajamos, no llegaremos a la estación antes que el tren. 
Indiscutiblemente, para que el tren nos lleve, hemos de dar el ‘impulso’ de desplazarnos hasta él y subir; pero una vez estamos en el tren, ya no tenemos otra cosa que hacer más que disfrutar del viaje. Por mucho que empujemos sus paredes no vamos a conseguir que corra más. Nos subimos al tren y nos dejamos llevar; solo eso. 

Más o menos, también tú lo dices.

Cada día, desde que nos levantamos, hay que hacer el esfuerzo de subirse al tren del Aikido, y una vez en él no hay que hacer nada más. Puede que en alguna ocasión lo perdamos, o que nos bajemos en cualquier estación o apeadero, pero hay que volverse a subir a él, cuanto antes mejor. 

En realidad, una vez subidos a ese tren nunca nos bajaremos.  

No hay aikido mal hecho o bien hecho. El bien implica el mal, y viceversa; el fracaso y el éxito son la misma cosa… Por tanto, ¿cómo puedes no haberlo conseguido aún?

¡Ni ayer ni mañana, hoy!

Tú mismo lo mencionas en tu analogía del sendero de montaña y en el resto de tu excelente artículo. Cada cual sigue el sendero a su manera y a su ritmo. Ese, ¡precisamente!, es el ritmo y la manera de todos los seres, de todo el universo. 

La meditación es lo único que nos permite tomar consciencia de esta realidad y no quedarnos solo en un inestable testimonio intelectual.

La apreciación de ‘progreso’ está sujeta a la comparación y al concepto del tiempo. El tiempo es una rueda creada por los sentidos del ego -al igual que los elementos con los que podemos comparar- y lanzada al espacio por este. 

En aikido practicamos el situarse, estar, en ‘el centro’. ‘El centro’ es el eje de esa rueda que está en continuo movimiento, volviendo una y otra vez al punto de partida. 
En el eje, no hay rotación; el eje es intemporal, permanente.

Eso es también el ‘aquí y ahora’. Y, para alcanzar el centro, hay que parar el impulso, meditar: vaciarse del ego e ‘inmaterializarse’.

¡Lo que tú dices que intentas!

Dios, lo Completamente Sutil, es el eje.

La agitación espacio-temporal está en la periferia y en los radios de la rueda. En el eje, la paz. 
Al situarnos en el centro, con la meditación, sea está activa o pasiva, armonizamos paz y agitación, las unimos, desaparecen como opuestos; ni actividad ni pasividad. No hay diferencias.

Uke y tori son uno y lo mismo. Esta unidad se manifiesta cuando ambos se centran a través de un movimiento, una respiración y un pensamiento: tai,ki, y toko iku. Eso es Chi-iku.

Y eso es estar en el centro.

Ya no hay diferencias.

Dice el dicho que un camino de mil kilómetros comienza con un paso. Añado: Al dar el primer paso ya hemos alcanzado la meta. El principio es el fin y el fin es el principio. La semilla no es distinta del árbol, ni el gusano es otro que la crisálida, y la mariposa. El hielo o la nube no son distintos del agua. La materia no difiere de la energía, ni lo físico de lo sutil. 

La Divina Ley del Amor: AIKIDO. Unión de cuerpo, mente y espíritu.

Como colofón algunas citas más del ‘Libro de Mirdad’, al que he acudido para apoyar este escrito:

“Mirdad.- La ley del tiempo es la repetición. Aquello que ocurre una vez en el tiempo, está destinado a repetirse sucesivamente; los intervalos, en el caso del ser humano, pueden ser largos o cortos, dependiendo de la intensidad del deseo y de la voluntad de repetición de cada ser humano.

Cuando pasáis de este ciclo conocido como vida al ciclo conocido como muerte, y lleváis con vosotros una sed ardiente por la Tierra y un hambre insaciable por sus pasiones, entonces el imán de la Tierra os atrae nuevamente a su seno. Y la Tierra os amamantará y el tiempo os destetará vida tras vida y muerte tras muerte, hasta que sepáis valeros por vosotros mismos para siempre, de acuerdo con vuestra propia voluntad y consciencia.

Micayon.- Yo quisiera ser desligado de la Tierra para siempre. ¿Cómo podría hacerlo, maestro?

Mirdad.- Amando a la Tierra y a todos sus hijos. Cuando el Amor sea el único saldo de tus cuentas con la Tierra, entonces la Tierra te saldará tu débito.

Micayon.- Pero el amor es unión y la unión es cautiverio.

Mirdad.- No, el Amor es lo único que libera de la prisión. Cuando amas todo no estás ligado a nada”.


Al mundo y sus limitaciones y sufrimientos, solo nos liga el deseo o amor parcial y egoísta. Nuestra mirada truncada del Amor, engañada, limitada, canija, es lo que nos retiene en él. Eso da forma y activa la rueda espacio-temporal del nacimiento y la muerte. 

“Dichosos los que anhelan (liberarse de la dualidad creada por el ego), pues están ya en el umbral de la libertad”. (ib.)

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Si me he permitido ‘matizarte’, es porque creo que estás preparado para ello. Tu artículo es excelente -así lo he calificado desde el comienzo- y te doy por él las gracias en nombre de toda nuestra escuela y en el mío propio.

Un fuerte abrazo.
Lucio Álvarez